El hábito hace al monje.
¿Las apariencias engañan? Una buena pregunta. En la sociedad en la que vivimos, los prejuicios y los estereotipos, son un arma de defensa de cara a relacionarnos con los demás. Generalmente el criterio que utilizamos para valorar a una persona ( por lo menos a priori) es el de “ las pintas que lleva”, un criterio basado totalmente en lo formal, lo que permite elevar a dogma el dicho del “ hábito hace al monje”. El vestir o comportarse de manera distinta a como lo hace el resto del rebaño no sólo no te hace distinto sino te hace sospechoso de algo. Esto es peligroso ya que entramos en el mundo incierto de las presunciones y de los indicios, aspecto que de manera irremediable nos hace caer en las arenas movedizas de lo inquisitivo. El problema es que los catecismos ( todos malos) con ese afán de inculcar a sangre y fuego lo que desde su perspectiva es lo correcto, establecen unas pautas que de infringirlas te condenan al status de “ pecador de la pradera”, convirtiendo al ciudadano de pro en un agente velador de la moral y la seguridad pública. Y es ahí donde volvemos a tener la “ burra a brincos” : ¿ Qué debe prevalecer, la libertad individual o la seguridad pública? Y por otra parte ¿ Es ético esa dejación de funciones del gobierno en beneficio de cívicos ciudadanos en el mantenimiento del orden público? Una cosa es la Colaboración Ciudadana, que está muy bien, y otra bien distinta es el ejercer de paranoicos Torquemadas. Ahora, que no me extraña viendo como está el patio y el adoctrinamiento que está haciendo el gobierno de la corriente de la represión.
Hace unos días, tal como se publicó en este periódico, un autobús de línea salió de la estación de Soria con una hora de retraso por qué un sospechoso de algo, puesto bajo cautela y sospecha por el resto de viajeros abandonó en el maletero del autocar una bolsa presunta. Tras las averiguaciones resultó que todo era normal. Todo menos “ las pintas” del susodicho, motivo que lo convirtió durante un tiempo en un auténtico criminal tal como propugna nuestra particular interpretación de la Presunción de Inocencia.