Paulino, el Herrador.
Hace ocho días que se fue para siempre Paulino el herrador. Se le dio tierra en el cementerio del Villar del Río, justo al lado de las aguas de un joven Cidacos , que por estas latitudes anda más solo que la una y cuyo susurro y sus cuitas ya no las escucha ni Dios. Paulino, “el machaclavos”, como le llamaba el Tío Gerardo, el “alguacil”, era el paradigma de hombre de una sociedad rural cuyos valores y perspectivas estamos perdiendo o ya se han perdido por completo. Hombre de fina ironía, humor respetuoso, palabra justa y acertada, Paulino siempre tenía una sonrisa que esbozaba y ofrecía a todo aquel con el que se encontraba, al igual que el “chascarrillo”, que con atinado verbo, te obsequiaba de vez en cuando para que le dieses a la sesera. Cierto que no lo conocí en profundidad, pero de las veces que mantuve conversación, siempre saqué conclusiones o aprendí algo nuevo; también he de decir que alguna vez me la metió doblada. Paulino tuvo, no sé si la suerte o la desgracia, de ver como iban cayendo todos los de su cuadrilla a medida que los vientos soplaban y los tiempos al ritmo del tic tac de la vida iban llenando el capazo de años hasta decir basta. Tiene que ser duro pero es ley de vida. Muchas han sido las veces que tuvo que cambiar de pareja para mantener su prestigio en el guiñote o en el tute y elevar a una máxima eso de “ la partida es sagrada”.