Sobremesas navideñas

De aldea en aldea...
4/1/12
José Ángel de Miguel Pérez
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No es un tópico el dicho de “  Una Navidad más , un año más”. Este año he empezado, y lo digo sinceramente, a sentir el peso de los años. No lo digo por que no me sienta joven, sino por la cantidad de recuerdos que uno saca a relucir en estas fechas, y sobre todo por que durante estos días el sentimiento que percibo es distinto al que percibía otros años. Cuando se es niño la Navidad es magia e ilusión que se ambienta en un teatrillo del que uno se siente el coprotagonista  de un cuento fantástico e inexplicable. A medida que se va creciendo la ilusión y la magia se difuminan perdiendo protagonismo frente a cuestiones mucho más materiales y mundanas; es la época en la que tiendes a despegarte de la familia y buscas el refugio en la compañía de los amigos con los que saboreas las mieles de la adolescencia y su prórroga, festejando de la misma manera Navidad, Carnaval, Semana Santa y las Fiestas de San Juan. Luego, la edad te saca de la vorágine festiva y te introduce, de nuevo, en el redil familiar, convirtiéndote en el narrador del teatrillo de la ilusión y de la magia. Por arte de “birli y birloque” te conviertes en mago.  Ahora estoy en la época de saborear los recuerdos; de disfrutar de la nostalgia, de la añoranza de unos tiempos que no volveré a  alcanzar, a través de largas sobremesas donde la relatividad del tiempo pierde su noción, y en donde recordar se convierte en un ejercicio de Fantasía.

 

Durante estos días , en compañía de familiares y amigos, nos hemos convertido en “abuelos cebolletas”, poniendo sobre el tapete lugares, personajes, momentos peculiares, antiguas prácticas cotidianas ya en desuso. Hemos hablado de las antiguas matanzas donde madres y abuelas tenían que ir a lavar el menudo al río; de aquel lavalenguas en el que el toro de la Cuadrilla de la Blanca nos revolcó en el lodo de Cañada Honda; de los caballitos blancos de la “ Bollera”; de las Cabecillas asadas de Casa Félix; del Cine Proyecciones, ubicado en el Palacio de los Condes de Gómara; de las cortezas del “ Bambi”; de las carreras a las que nos sometía el Guarda de la Dehesa…. Así hasta las tantas, con la sensación de recuperar la esencia de los antiguos trasnochos, hablando, escuchando y aprendiendo de generaciones mayores. Ya lo dijo Ionesco “ El hecho de ser habitados por una nostalgia incomprensible sería, al fin y al cabo, el indicio de que hay un más allá”.

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