Sobremesas navideñas
No es un tópico el dicho de “ Una Navidad más , un año más”. Este año he empezado, y lo digo sinceramente, a sentir el peso de los años. No lo digo por que no me sienta joven, sino por la cantidad de recuerdos que uno saca a relucir en estas fechas, y sobre todo por que durante estos días el sentimiento que percibo es distinto al que percibía otros años. Cuando se es niño la Navidad es magia e ilusión que se ambienta en un teatrillo del que uno se siente el coprotagonista de un cuento fantástico e inexplicable. A medida que se va creciendo la ilusión y la magia se difuminan perdiendo protagonismo frente a cuestiones mucho más materiales y mundanas; es la época en la que tiendes a despegarte de la familia y buscas el refugio en la compañía de los amigos con los que saboreas las mieles de la adolescencia y su prórroga, festejando de la misma manera Navidad, Carnaval, Semana Santa y las Fiestas de San Juan. Luego, la edad te saca de la vorágine festiva y te introduce, de nuevo, en el redil familiar, convirtiéndote en el narrador del teatrillo de la ilusión y de la magia. Por arte de “birli y birloque” te conviertes en mago. Ahora estoy en la época de saborear los recuerdos; de disfrutar de la nostalgia, de la añoranza de unos tiempos que no volveré a alcanzar, a través de largas sobremesas donde la relatividad del tiempo pierde su noción, y en donde recordar se convierte en un ejercicio de Fantasía.