Cuento de Navidad.
Ayer por la tarde no me sentía muy católico. Puede que fuera algo que comí o bebí a deshoras, o como dicen los médicos en estos casos, un virus. El hecho es que febril y ligeramente aturdido me acomodé para echar una cabezadita de unas catorce horas. Este tiempo ha dado mucho de sí hasta el punto de revivir el Cuento de Navidad de Dickens, pero esta vez en una versión muy particular. De inmediato se me presentó el fantasma del gran caudillo numantino Megara, y él mismo se ofreció de partenaire para llevarme a la Navidad del pasado, a la del presente y a la del futuro. Apenas me dejaba meter baza. Todo se lo decía el mismo, no me dejaba explicarme, no paraba de hablar y de hablar. Intentaba replicarle y él erre que erre. Incluso en algunas ocasiones se convertía en una auténtica alcahueta.
Lo primero fue transportarnos a la Navidad del pasado. La Navidad de la infancia, en el pueblo con los abuelos, de aguinaldo y ronda por las calles oscuras y embarradas; de cantina modesta y chato de Perolo que nos daban a los niños; de mesa familiar con los tíos que venían de afuera y en la que las mujeres llevaban la voz cantante y los hombres no daban un palo al agua. Noche en la que el abuelo ejercía de Cabeza de familia y decidía los temas de los que hablar, para después despacharnos con su brindis característico: “ Qué no estemos peor de lo que estamos”. Después a la Misa del Gallo. Del Pasado al Presente pasamos en un Santiamén. Aparecimos en el Parquing de el Espolón, que estaba vacío y luego salimos hacia el macrobotellón autorizado de la Plaza Herradores. La gente solo bebía y bebía; cantar poco y escuchar menos. La lluvia y el aire no lograron aguar la fiesta. De ahí, Megara, me llevó a la Navidad del Futuro. Aparecimos en lo que yo creía que eran las Ruinas de Numancia. Resultó ser Soria dentro de treinta años. La ciudad se mostraba desierta y la poca gente que había se encontraba en la Concatedral en la Misa de Gallo, que en ese tiempo era obligatoria. En ese momento Megara habló : “ Carlos, tu eres el único de salvar esto. Te encomiendo mi espíritu”. Yo le dije que no era Carlos y él me contestó “Hostia, perdona, ya he vuelto a beber”.