Libros y contextos
Todos los años, por estas fechas, se presenta el mismo problema, la cuesta de septiembre se empina hasta cotas insospechadas. Si de “normal” la coyuntura social es asfixiante, pobres de todos aquellos que tengan algún escolar que mantener. Entre libros, material escolar y vestuario vario, muchos tendrán que hipotecarse para gracia y beneficio de los mercados y en particular de las entidades de crédito. Me comentaba un padre, compañero de colegio, verdaderamente apesadumbrado, los juegos de artificio que tenía que ejecutar para hacer frente al coste de los libros, broma que se elevaba a más de 600 euros al tener tres churumbeles. Esto trabajando, no quiero pensar en que situación se ven aquellos que están abocados a sobrevivir con el subsidio o las rentas de inserción. Muchos y muchas pensarán que hay ayudas y becas para sufragar estos gastos. Cosa cierta. ¿ Pero, cuándo llegan? El caso es, como dice nuestra Carta Magna, por cierto que se va a reformar para establecer límites al gasto público, que la educación es un derecho fundamental gratuito hasta el momento en el que deja de ser obligatoria. La gratuidad no sólo debe aplicarse a las infraestructuras y al profesorado, si no también debe ampliarse al material, a la chicha del asunto. De hecho hay formulas en otras comunidades autónomas que avalan la tesis de los libros gratuitos, de lo contrario, un derecho fundamental se aplica de manera desigual dependiendo del lugar donde se estudie, constituyendo, por tanto una discriminación difícil de sostener, y más en estos tiempos. Luego, ahondando más en el tema, hay que decir que no todos los libros valen lo mismo. De un colegio a otro, dependiendo de las editoriales, puede haber una diferencia de hasta 80 o 100 euros por curso. Yo , como mal menor, haría como los medicamentos, libros genéricos, a un coste fijo.
Lo que hubiera hecho don Tomás y otros tantos maestros y maestras de pueblo, allá por los años cincuenta, de contar con una fotocopiadora, un ordenador, una impresora, internet,.... Ellos y ellas se tuvieron que conformar con una enciclopedia Alvarez para toda la clase, una pizarra desconchada, un mapa con el imperio Austrohúngaro , una bola del mundo y cuatro compases destartalados, el resto imaginación y ejercicio. No estaría de más, con la que está cayendo, y va a caer, echar una miradita al pasado para afrontar lo que nos viene en cima. Ni tanto ni tan calvo.